En el mes pasado, agentes de los servicios de inteligencia detuvieron a Mohammad Golbaz, converso cristiano de 34 años, mientras trabajaba en su taller de reparación de motocicletas en la ciudad del norte de Karaj.
Sus captores lo encerraron y tan solo le permitieron llamar brevemente a sus padres. A día de hoy se sigue sin tener noticias de él y según la fiscalía local, permanecerá detenido “durante un tiempo”, por considerarle “apóstata” informó la organización de defensa de la religión.
Otro caso parecido es el de Anooshavan Avedia, de 60 años, acusado de “propaganda contraria y perturbadora de la sagrada religión del islam”. Dos miembros de su casa-iglesia, Abbas Soori, de 45 años, y Maryam Mohammadi, de 46, también vieron rechazadas sus solicitudes de revisión del juicio. Sus condenas incluyen dos años de exilio en otra parte del país y “privación de derechos sociales”, lo que afectará a sus oportunidades de empleo. Todo esto recogido en el artículo 18 de la ley en Irán. A estos cristianos, se le suman otros tres enviados recientemente a prisión. Joseph Shahbazian, de 58 años, Mina Khajavi, de 59 años, y Malihe Nazari, de 48 años, fueron condenados a un total de 22 años de prisión, acusados de organizar y establecer iglesias domésticas con “la intención de perturbar la seguridad nacional”.
Quienes asistieron al juicios, afirman que: “ están consternadados por los testimonios de violaciones del debido proceso que tuvieron lugar en las salas del tribunal, incluyendo comentarios humillantes del juez, el favor inconfesado del tribunal hacia la parte del fiscal sobre la de los acusados, la falta ocasional de acceso a un abogado y los veredictos emitidos en menos de 10 días claramente sin una consideración suficiente de las pruebas”.
Los cristianos conversos no pueden unirse a ninguna de las cuatro iglesias de habla persa de Irán que han permanecido abiertas y se ven obligados a reunirse para el culto en sus casas, escondidos.